Me gustaría que el rock marplatense no fuera tan ptolomeísta en su actitud, pero entiendo que es el miedo lo que nos hace agachar la cabeza y resguardarnos en nuestro ombligo. Nadie en esta ciudad se atrevería a decir "somos unos genios". Y sin embargo es todo cuanto escucho. Punks, Heavys, pops, rockeros, electrónicos, etc... todos rebajamos al otro para posicionarnos en un sitio que es más una autojustificación que un mérito. Yo no soy un genio y apenas sé tocar la guitarra. Me gusta cantar y me gusta emocionarme cuando lo hago. Y eso ya está bien. Por supuesto que busco cierta "calidad" en lo que hago y veces lo consigo y a veces no. Durante mucho tiempo estuve tocando solo con una acústica en mi habitación y de vez en cuando me presenté en vivo. Pero interiormente siempre era lo mismo: "quiero estar en una banda". Por estos días, gracias a Isaac Astier, a Gustavo Eandi y a Marcos Moronel mis ruegos han sido escuchados. Las canciones han sido enriquecidas por las individualidades y es un placer rockearla con ellos. En cuanto a qué hace Vittorino musicalmente pues, no es muy complicado definirlo: canciones. Haciendo memoria siempre fueron las canciones lo que me importó encontrar en una banda y por eso se complica un poco la cuestión a la hora de hablar de influencias. Digo las Canciones pero también debería decir la Honestidad. En lo personal mi oído se formó musicalmente en los 90 escuchando una y otra vez Pablo Honey (Radiohead) y Siamese Dreams (Smashing Pumkins). Ahí había honestidad y canciones. Luego el tiempo pasó y conocí a algunas personas y todo fue como un árbol: ¿escuchaste alguna vez The Flaming Lips? ¿y Pavement? y etc, etc, etc... Cada uno de nosotros tiene su propio camino musical mapeado en la memoria y en el corazón. Pequeñas coordenadas que definen una manera de ver y de interpretar el mundo: "Dime qué escuchas y te diré quién eres". Hoy por hoy estoy más cerca de bandas Emo norteamericanas que del Brit pop. Mi amisocio Isaac Astier (el responsable de que Vittorino exista) me hizo notar que estos tiempos que estamos viviendo demandan un cambio de actitud de parte de aquellos que queremos expresar algo musicalmente. Durante años estuvimos colgados del árbol noise y cuando ese árbol desapareció abrimos los ojos y nos dimos cuenta que el sueño había terminado, que teníamos una soga en el cuello y por sobre todas las cosas que teníamos ganas de despabilarnos y de gritar y bailar para exorcizarnos y volver a estar puros y brillantes. Vittorino es el nombre debajo del cual me refugié para tocar cuando estaba solo y no había banda. Hoy parece pedante seguir llamando a un grupo con el nombre que designaba a un solista. Pero todo ha cambiado. Isaac Astier nació en Casbas, una ciudad chica cerca de la Pampa y una vez me dijo que a unos cuantos km de allí existía un pueblo llamado Vittorino al cual él iba cuando era chico. Me dijo que le gustaba ir a Vittorino porque podía correr por el campo bajo cielos profundos con grandes nubes blancas desplazándose suavemente. Desde ese día cada vez que digo Vittorino pienso en ese pueblo visto a través de los ojos del niño que fue Isaac. Y me gusta integrar una banda que se llame como un pueblo que no figura en los mapas, un pueblo idealizado por la mirada infantil: un lugar donde las primeras cosas están ocurriendo, donde siempre hay tiempo y donde el sol cae eternamente mientras las primeras estrellas comienzan a brillar allá arriba, en el cielo y dentro de los ojos de quien lo mira.