Fragmentos
de “Nada”
por
barduil
“Después
vino la burocracia hecha de enfermeras, médicos, parientes, resonancias
magnéticas, amigos, flores, bombones, salas de espera,
revistas en sus revisteros, fichas que deben llenarse, ambulancias,
traslados, reposo, chatas, pañales, mas flores que
reemplazaban a las que se van marchitando junto con las ilusiones y
la paciencia, mas bombones, mas sórdidas mañanas de tostadas aburridas,
redondas y perfectas, mas llamados telefónicos intentando dar ánimo donde
no hay esperanzas, más
sonrisas de ocasión de esas que están a doscientos millones de años luz
de distancia de la tragedia que vive el tipo que está tirado en la cama
mientras mira el techo con un dolor profundo, certero y silencioso;
mas flores, mas revistas, mas caramelos -que invariablemente acaban
siendo engullidos por los famélicos visitantes-, y por último el olvido
inexorable. Porque esa euforia
de principio dura lo que dura la espástica y mal habida idea de la amistad
incondicional, algo parecido a la mentira occidental mas acabada del amor
para siempre, contigo en la adversidad y en la desdicha, hasta que la muerte
nos separe y toda esa patética parafernalia de moralinas principistas que sólo
son desbordes y exabruptos provocados por el
apetito sexual de los consortes, que algunos - los
románticos mas cautos - llaman pasión.”
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“Puedo
recordar sin esfuerzo el día de su entierro a pesar del tiempo
que ha pasado desde entonces. Era
una tarde tórrida de febrero, de esas que te dejan los pantalones pegados
en la piel y la camisa se empapa al instante.
El ataúd
era pequeño como él y tan liviano que levantarlo me produjo una especie de
convulsión nerviosa o de náusea. Caminamos los cien metros que había
hasta el panteón bajo ese implacable sol de las dos de tarde del 7 de
febrero de 2014. Con extrañeza
compruebo ahora que el entierro de mi padre fue en el mismo cementerio una
tarde igual veinticuatro años antes. Otros
anfitriones para otro muerto. Recordé a pesar del largo tiempo pasado lo
que solía decir Mirtha
Legrand en sus almuerzos en un intento por justificar la absurda repetición
de chimentos baratos: “El
público siempre se renueva”. Igual
que los muertos.
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“Desde
temprano por la mañana se había juntado bastante gente en la sala
velatoria. Los humanos son las
bestias más inmundas que dio la naturaleza.
Basta con observar las actitudes hipócritas y mezquinas de los tipos
que se apersonan en los velorios para darnos plena cuenta de ello.
Así, todos lo que se borraron religiosamente de su vida, aparecían
ahora con el ceño fruncido, la
cabeza baja y aire circunspecto. Como
si les importara más la muerte que la vida de Blas.
Como si ese fuera el momento más solemne de su vida, justo el de su
muerte.”
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“…mientras
estábamos sentados viendo irse el día por las hendiduras de la tierra,
justo donde se curva el cielo, me comentó
sus ideas sobre el alma. No hay
dudas que el dolor, pertinaz, vuelve
al hombre más lucido.
Sostenía que el alma era una especie de tercer ojo formado por
el excedente de energía que exudaba el cerebro.
No negaba la existencia del alma pero intentaba explicarla científicamente.
Decía que esos túnenles y luces que dicen haber visto los tipos que
pregonan haber vuelto de la muerte, paradójicamente no eran sino las últimas
manifestaciones de vida cerebral que como un tablero de incontables luces
comienzan a apagarse súbitamente y sin remedio. Precisamente esas luces o túneles
no eran otra cosa que la manifestación de la muerte cerebral
- y espiritual- inminente y definitiva.”
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“Con dolor pensé en el
desamparo que puede sentir un hombre cuando las desgracias no pueden ser
atribuidas a los Dioses, cuando las causas y los efectos trasvasan todas las
cosas y todos los actos encuentran su génesis en una relación causal
inapelable. Sólo, a la enésima
potencia, se queda el hombre que como Blas no tuvo fe.”
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“Con
sorna y la ironía que vomitaba a chorros cuando estaba bajo los efectos de
las drogas que a pedido suyo le suministre en sus últimos meses, solía
decir entre borbotones de risa ahogada que era un alma sin cuerpo que yacía
en esa silla de ruedas. Increíblemente
por momentos lo observaba reír con gracia y entusiasmo;
aunque al instante algo se retorcía dentro de su mirada que se
tornaba sombría y distante y era entonces
cuando ese repentino fulgor inesperado en sus ojos se transformaba en sombría
eclosión subterránea; como si
algo en su cerebro, la única
porción de su cuerpo que conservaba intacta, se revelara y enmudeciera ante
el estupor de advertir su condición irreversible.”
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"Nos miramos profundamente a los ojos.
La noche se había cerrado inexorable igual que la decisión que había
tomado. Hay miradas que
destilan pureza y valentía y amor. No
quería perder tiempo, su tiempo debía perderse de una vez en la nada del
infinito insondable.”
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“Quimical Brothers sonaba
enfurecido e imparable. Blas estaba eufórico, ansioso por
egresar para siempre del mundo.
Me pidió un tiro más que acerque a su nariz y aspiró con fuerza.
Me pidió que lo llevara al baño.
Se miro frente al espejo, rió con furia primero, después lloró con
fuerza y después me miró con una mirada hermosa y final.
Fue uno solo el estampido que escuchó la vecina de la casa de al
lado.”
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“Ahora que el tiempo transcurre
lento comprendí por fin lo que decía Blas.
La muerte no existe porque la vida es absurda y sin sentido, porque
es nada y nada, nada
contiene.”
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