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CURITA
25 / MAYO 11. 05
25
EUCALIPTOS.
Hablando
con mi analista, el Dr. Ácula,
hemos llegado a la conclusión que por algún motivo últimamente
estoy “esquivando” hablar de Remington
Kid. Mucha cita, mucho análisis geopolítico, mucha literatura,
mucho bla bla y nada de mí...
25 eucaliptos
y 10 minutos después...
...en
sus orígenes la “curitas” fueron efectivamente eso: curas pequeñas,
transitorias... sería demasiado decir que si sigo con vida es
gracias a ellas. No lo digo. El otro día releía las primeras (Fotocopia
de 10 ctvs, Morir como loca) y me parecieron lejanas,
pertenecientes a una dimensión perdida en el tiempo a la cual, por
suerte, ya no tengo acceso. Recordé cómo me sentía por aquellos días
y realmente no los extraño para nada. No es que ahora esté
caminado sobre nubes de terciopelo, pero... como decirlo... nunca me
gustó “moverme” por
fotografías borrosas... Ahora hay un suelo bajo mis pies que
acaso no sea de lo más sólido, pero sin lugar a dudas, es menos
falso.
25
eucaliptos
y 3 minutos después
Releo
lo anterior: ahora hay un
suelo bajo mis pies que acaso me resulta menos falso? Qué
mierda quiero decir con eso? Sigo leyendo, sigo escribiendo, sigo
tocando la guitarra... en definitiva: sigo volando, aún cuando el
avión ya se estrelló.
25
eucaliptos
y 2 horas después
La
frase anterior pertenece a Jaime Sin Tierra, a uno de sus discos y
resume mejor que yo lo que quiero decir en estos momentos. En cierta
forma estoy atravesando lo podríamos llamar una “crisis de fe”:
hay un mundo y yo estoy en ese mundo dudando de que ese mundo
exista. Una pequeña paradoja. ¿De qué hablas, Willis?
25
eucaliptos
y un día después
Últimamente
paso mucho tiempo mirando los 25 eucaliptos que hay al otro lado de
mi ventana. Están plantados a lo largo de una cuadra con dos metros
de separación entre sí y son realmente altos. Lo mejor de todo es
que detrás de ellos (unas dos manzanas aproximadamente) no hay
nada. O mejor dicho, está el “campito”. Eso es bueno porque me
garantiza un buen cielo (de día y de noche) sin contaminaciones
humanas. Allí provoco mis pequeños incendios literarios. Cada
tanto, junto todo aquello que escribí y dibujé, lo meto en una
bolsa y voy hasta el campito para borrarlo del mundo. Me gustaría
hacer lo mismo con ciertas personas, pero aún no estoy tan
desquiciado como para hacerlo. De todos modos nunca se sabe. Hitler
en su juventud quería ser pintor y bueno... todos saben lo que hizo
luego de ser expulsado de la Escuela de Bellas Artes.
25
eucaliptos
y 20 minutos después
Ahora
que lo pienso, hace ya un largo tiempo que no hago ningún incendio.
La última vez que lo hice estaba acompañado por una chica de la
que estuve (si se me permite el término) extremadamente
enamorado. (hay el Amoooooooooooor, Remington!!!) Fue una tarde muy
fría y triste porque tuve consciencia de lo que estaba haciendo, de
la empresa impracticable que estaba llevando a cabo: burlar al
tiempo. Un estúpido segundo
que intentaba perpetuarse en la vida. Ya no éramos “novios”,
pero el amor que nos “sucedía” y que nos “sucedió” persistía
en susurrarnos su dulce y engañoso canto de
sirenas. Por supuesto, fuimos políticamente correctos exs
y mantuvimos nuestros cómodos lugares de espectadores de la
tragicomedia llamada: Nosotros:
yo era otro, ella no era quien había sido... todo el puto mundo
estaba irreconocible. Pero ahí estábamos los dos, como si fuéramos
los fantasmas de nosotros mismos, nuestros “futuros” y nuestros
“pasados”, nuestros “miedos” y nuestras “esperanzas”,
solos, sin nosotros, quemando los borradores donde mi caligrafía de
sismógrafo hablaba obsesivamente de
lo que alguna vez había sido “nuestro”. Punto.
25
eucaliptos y 45 segund
os después
Mi cama está junto a la ventana y cuando me acosté a mirar los
eucaliptos recordé un detalle de aquella tarde. Cuando estabamos
quemando mis escritos queríamos tener un palo para maniobrar la
pequeña montaña de papeles que comenzaba a arder. Junto a nosotros
habían dos árboles medianos que parecían secos porque sus ramas
no tenían hojas y su color era el color de los árboles muertos.
Recuerdo que me trepé en uno de ellos y me costó cierto esfuerzo
arrancar una rama. Por dentro, los dos árboles estaban verdes. La
vida a veces es una buena novelista.
25
eucaliptos, por la noche,
antes
de dormir...
¿Cuándo va a pasar? ¿Cuándo vamos a ver por televisión a los
periodistas de traje de y corbata diciendo que no hay más petróleo
en el mundo, que es inútil protestar frente a las estaciones de
servicio, que todo lo que había se a-ca-bó? ¿Cuándo vamos a
correr como monos enloquecidos a través de las autopistas hacia
ninguna parte llevando nuestro cargamento de nada: una botella de
vino reservada para una ocasión especial, tres mudas de ropa
interior, 200 dólares apolillados, un revólver, una foto, un
peine, un cepillo de dientes, un ejemplar de la Biblia? ¿Cuándo
nos dirán que el agua y el 80 % de los alimentos que consumimos
durante nuestra vida estaban producidos con estimulantes y
depresivos que actúan directamente en el sistema nervioso? ¿Cuándo
se sincerarán y confesarán que todo responde a un plan maestro de
evacuación hacia las colonias de Marte dónde sólo unos pocos
elegidos podrán ir? O aún peor... ¿Cuándo nos dirán que no
existe ningún plan? Toda mi vida he tratado de imaginar el momento
exacto en el que las frágiles normas de civilidad se rompen y una
persona queda a expensas de su libertad.
25
eucaliptos,
por la mañana
Encontré
el dibujo que hizo mi “compañera” de incendios aquella tarde
antes ir al campito. Es una acuarela donde aparece, en la parte
central, la vista que tiene mi ventana: 25 eucaliptos y un par de
alguaciles sobrevuelan la escena. Pienso: los alguaciles anuncian
tormentas. En ese dibujo hay alguaciles. En ese dibujo siempre
estará por llover.
25
eucaliptos
y 4 horas después...
Acabo
de escuchar dos veces el Preludio
de Tristán e Isolda
y Muerte
de amor de Isolda de Richard Wagner y una y
otra vez me imaginaba al pequeño paisajista austriaco masturbándose
con suma seriedad entre las sábanas pestilentes de su cama. Imaginé
un edificio de tres pisos con balcones de hierro labrado y grandes
ventanales detrás de los cuales siempre habría un luz encendida.
Lo imaginé pintando esos cuadros horribles
que hizo en el Escuela de Bellas Artes. Lo imaginé
cantando sobre el gramófono. Lo imaginé joven y lleno de
sueños. Lo imaginé sin bigote. Debo confesar que sentí un poco de
pena por él. Según tengo entendido, uno de sus cuadros se vendió
en una subasta privada (el arte nazi es uno de los más requeridos
por los coleccionistas privados) a 90.000.000 de dólares. Eso es
ironía.
25
eucaliptos
y 6 horas después...
Cuerpo adentro, cabeza afuera...
25
eucaliptos
y 50 minutos después...
Una pequeña historia: “El niño-jaula”
El niño-jaula nació triste. El niño-jaula nunca fue una jaula.
Salvo aire y ocasionales moscas, nunca, nada, vivió en él.
El niño jaula creció triste. Nadie adentro, nadie afuera. Nada aquí,
nada allá. Sólo él: nada. Sin embargo, una noche, una vez, el niño
jaula soñó que era una jaula
y que un pequeño pájaro rojo huía de su interior y él lo
buscaba. Dichosamente vacío, lo buscaba.
El niño jaula murió triste. El niño jaula nunca fue una jaula:
murió, nada.
25
eucaliptos
y 2 horas después..
Ya
es de noche. A mi alrededor todo está en silencio. Afuera sopla el
viento. El viento mueve los eucaliptos y amplifica su sonido gracias
a sus ramas. El único modo de ver
el viento es cuando choca contra algo material. Cierro los ojos.
Creo que el viento y yo tenemos muchas cosas en común.
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