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CURITA 18 / MAR 15. 05

LA CASA DEL CHICO-GRANDE.

 

 

“Ahora esta es la casa del chico-grande” -pensó el chico-grande: existen dos maneras de regresar al lugar que hemos dejado detrás de nuestra espalda: uno consiste en darse la vuelta; el otro, en dar la vuelta al mundo.

“Ahora esta es la casa del chico-grande” -pensó el chico-grande: nuevamente estoy sin trabajo. Las cosas se complican. Ya conozco este lugar. Debo estar atento y no dejar de moverme. Se viene el crudo invierno marplatense. Escribí- dice una voz en mi cabeza. Escribí y no te detengas.

“Ahora esta es la casa del chico-grande” -pensó el chico-grande: mi gato “Flaco” sigue creciendo. Amo a los gatos. El “Flaco” llegó a mi vida hace cuatro meses. Yo estaba buscando uno pero siempre tenía algo que hacer y postergaba su búsqueda. Durante una tormenta escuché unos sonidos extraños que provenían del entretecho de mi casa. Supuse que lo que más temo había comenzado  (aún no es tiempo: sé lo que hice ayer, sé lo que estoy haciendo ahora y sé lo que voy a hacer mañana). Al subir encontré a una gata que había parido a tres gatitos. Durante tres semanas alimenté a la gata para que sus crías tuvieran la leche materna. La gata era madre primeriza y los abandonaba para escaparse con un gato negro que era de mi hermano pero que ahora vive afuera, en cualquier lugar. Él si está loco. Le gusta estar solo y que no lo acaricien. Come pajaritos. No le interesó la madre abandónica. Yo subía a alimentarlos mientras su madre no estaba. Trataba de darles leche con una esponja. Todo iba bien, pero una tarde uno de los gatitos se cayó y quedó muy mal herido. Los bajé y los puse en una canasta. Era verano y siempre tenía la puerta abierta. El mal herido no hacia nada y temí lo peor. Su hermana, una gatita gris y blanca, no dejaba de molestar al Flaco. Ella era la Gorda. Una tarde la madre entró corriendo y se llevó al moribundo. Nunca más lo volvimos a ver. Las semanas pasaron y regalé a la Gorda. El Flaco es hijo de un gato gris que se llama Ghost y que está aún más loco que el negro. No tiene olfato y su mirada es diabólica. El otro día vino y estuvo conversando a cuatro metros de distancia con su hijo, el Flaco. Desconozco lo que se dijeron. Supongo que hubieron recriminaciones. Un detalle curioso: debido a que tuvo poco tiempo de amamantamiento, cada vez que se está por quedar dormido, el Flaco se acomoda entre mis piernas y busca la vena de mi brazo para alimentarse. Creo que va a tener esa costumbre toda su vida.

“Ahora esta es la casa del chico-grande” -pensó el chico-grande: limpiar, ordenar, abrir la ventana, ventilar, dejar que la luz del sol entre... y no se vaya.

“Ahora esta es la casa del chico-grande” -pensó el chico-grande: Leo un poema-justificación de Charles Bukowski:

QUÉ ES LO QUE QUIEREN

Vallejo escribiendo de la soledad mientras se hambrea hasta la muerte:

la oreja de Van Gogh rechazada por una Puta:

Rimbaud huyendo al África en busca de riquezas y hallando un incurable caso de sífilis;

Beethoven por siempre sordo;

Pound arrastrado a través de las calles en una jaula;

Chaterton bebiéndose el veneno para ratas;

el cerebro de Hemingway que chorrea y cae dentro del vaso con jugo de naranjas;

Pascal abriéndose las venas en la bañadera;

Artaud encerrado en un loquero;

Dostoievsky empujado hacia un muro;

Crane lanzándose en las hélices de un barco;

Lorca fusilado al borde del camino por la guardia civil española:

Berryman saltando desde un puente

Burroughs que hace puntería con su esposa.-

 

“Ahora esta es la casa del chico-grande” -pensó el chico-grande: miro una fotografía tomada por Wim Wenders en las planicies del territorio occidental de Australia. La fotografía se llama “La Tierra Baldía”. Pienso en T.S. Eliot. Existe una conexión entre la obra del poeta inglés y el paisaje desolado de la fotografía: una franja de cielo azul, una franja de arena y en el centro un camino que se pierde y no lleva a ningún lado. Según se sabe, la gran mayoria del territorio australiano fue alguna vez el fondo del mar. Todos los que van allí hablan del aire oceánico del desierto. Es perturbador pensar que esos lugares alguna vez estuvieron rebosantes de vida.

“Ahora esta es la casa del chico-grande” -pensó el chico-grande: Ahora esta es tu casa.

 

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