28 de enero de 2016

EL MÚSICO Y SU OBRA -Analisis de "el silbo del alba" y entrevista a Diego Paietta desde el blog de La Tocata

Uno de los más singulares solistas del under, remotamente localizable en la ciudad de Mar del Plata, llega a su disco debut con un par de puntos para destacar ya que, a primera escucha y atendiendo al prolífico escenario de música independiente de nuestro país, de inmediato se distingue lo genuino de su propuesta: Diego Paietta es un artista identificable. Su trabajo "El silbo del alba", más aún:

1) La poesía de las letras se muestra como tal: se ensambla naturalmente. Lejos de presentarse abrumadora, destila un surrealismo atrapante.  

2) Las canciones logran una fragilidad casi perfecta entre la instrumentación elegida y el desarrollo en sí: cello, bandoneón, guitarra y voz arman con delicadeza un espacio onírico y perceptible.

   El disco toma elementos del tango, la música de cámara y la improvisación. Cuesta definir algún paralelo con otros trabajos de algún colega excepto, claro está, Molinete Lumpen, la banda de la que Diego era parte previamente. Otro punto para destacar:

3) El tiempo jugó a favor de las composiciones ya que algunas, en nuevas "versiones", han encauzado las ideas iniciales hacia otras formas, quizás más transparentes.

—¿Qué es el rock para vos?

—Para mí es un rótulo. Una estética popular de la segunda mitad del siglo pasado a estos días, de las más extendidas y generosas para cuantas afluencias estilísticas hay, no así en cuanto a influencias en los recursos musicales donde define sus extendidos y aún permisivos bordes que no comprenden dimensiones que sí lo hacen otros desarrollos sonoros todavía más complejos. Quizá el rock fuera aún más claro en su carácter social, expresado en duro gesto sanguíneo de emancipación, disconformidad y arrogancia contra el establishment y lo careta. Pero ojo, que su contracara muchas veces es precisamente la de servir a la penetración e imposición de la cultura hegemónica.

Una etiqueta del mercado global que encuadra a un caudal de música gigantesco pero limitado, de gran variedad. Es también el mote provisorio, nada unívoco, de designios que lo exceden en tiempo y lugar; antes, durante y después; aquí, allá y en todas partes. El nombre de un lenguaje afamado que nos permite dialogar fácilmente con la música y sus exaltaciones.

—¿Pensás qué la autogestión es la mejor manera de hacer las cosas?

—Sí. Pidamos peras a Mandioca. Es apremiante retar bien la condición de los que padecemos las estructuras que intervienen con intereses no artísticos atentando los patrimonios culturales, defender a por la consciencia de que la industria musical también ha instalado esas reglas que prescindir acérrimamente, que encumbran y masifican la seguridad, la complacencia y las especulaciones miserables de las producciones particularmente comerciales por sobre todo movimiento bello, comprometido y riesgoso de la creatividad. Más aún, hace tanto es así que es complicado evitar esas tendencias hasta en los sellos independientes; quizás por esa imperante injerencia del mercado, algunos han emulado al sistema dominante. Es parcialmente entendible porque es el procedimiento que más ha sido inculcado y el que, de obedecerle, promete más cómodamente el éxito, la fama, aunque no sea cierto que lo cumpla. No me fío al control de los intereses privados ni tampoco de los estatales, teniendo en cuenta la hoy lamentable administración de corte también gerencial sin posición política asumida, pero sí demasiado reconocible. Ni hablar de la burocracia, otra vieja detentadora de la igualdad de oportunidades, por la cual muchos terminan, sin siquiera tener simpatía partidaria, arrimándose a cuanta beneficencia les caiga por demagógico favor.

Conocemos hasta la obnubilación las promesas y consiguientes tentaciones que rigen estas arbitrariedades.

Hay sellos independientes que laburan con mucho esmero, que es el único modo que hay ante la adversidad, y respeto para con sus catálogos que logran felices reconocimiento de sus expresiones artísticas. 

Vivar la independencia. Luego, más tarde o más temprano, dependeremos de factores y normativas externas; la cosa es tener la mayor responsabilidad de las inmediaciones de nuestro trabajo y así la correspondiente libertad de hacer cuanto necesitemos expresar, sin interferencias ni sujeciones impropias.

Los frutos y composiciones que concebimos sólo tienen que estar subordinados, al caso, a nuestras propias capacidades. 

Cada vez más, pienso que la mejor manera de hacer las cosas es a través de la autogestión y el trabajo comunitario.

—¿Qué estás escuchando ahora?

—La desprolijidad anímica me alterna entre varias músicas, pese a eso hay períodos de hurgueteo y pesquisa algo más lineal. En estos días he estado extralimitando mi atención con Vinyl Terror & Horror; con Chris Cutler, en sus grabaciones solistas; con Spooky Action (no el disco de Lotus Plaza —que está muy bueno— sino la banda), exactamente con su disco de "The Music of Webern"; también por enésima vez con algunas grabaciones de Carlos Gardel, las de sus últimos tres años, no las de tangos sino más bien las de músicas criollas o comúnmente llamadas folklóricas; con el último de David Bowie y con bandas locales —marplatenses— como Sarló y los Sables, los amigos de El Picnic de un Millón de Años, el PCCy Leandro Cerqueira. Ahora, en este mismísimo momento, mientras escribo esto estoy escuchando al maestro Abel Carlevaro.

 Un tema clave de Molinete Lumpen es "Freza, sigma, coleópteros", disponible en un disco —sin nombre aún— que posee una hermosa edición física. El ribete camerístico de la banda logra fusionarse en una exquisita pieza "ambiental", casi shoegaze. Esta forma de tocar, mucho más cercana al rock que a los juegos con la "música culta" que la banda realizaba, también se percibe en "Lomo de campo" y su matiz tanguero, o en el minimalismo rasgado de "Sus sutiles postigos". La energía que las canciones transmiten tiene la suficiente fuerza para disparar en nuestro multiforme gusto a una banda de rock. Atípica, pero rock al fin. ¿O será una cuestión generacional la qué nos obliga a encerrar a determinados artistas que no se dejan rotular en el género que creemos más auténtico?

   En "Sigma..." hay un efecto espacial que se fusiona con la voz de Diego Paietta justo en el momento en que la banda zarpa del estribillo y se cuelga por un rato; Molinete podía darse el gustito de atravesar el rock sin caer en tradiciones aburridas. Hijos de la Generación X por estética y actitud (la confusa Generación X que se dio a conocer al mundo tras la explosión del fenómeno Nirvana), sus integrantes daban indicios de cultivar otras músicas que no eran tan reconocibles dentro de los estilos que marcaron la década del ´90 y extendieron su influencia —influenciada— hasta el siglo XXI. Es más, algunas intervenciones en vivo confirman el abanico de disciplinas que los nutrieron: teatro, cine, danza, literatura. Expresiones que, in-directamente, enriquecían el aspecto sonoro y expandían el universo lumpen,además de poner de relieve la "función" del arte como catalizador de incertidumbres sociales propias de la juventud. 

   El rock, el lenguaje que una parte de la Generación X absorbió y desplazó varios pasos al costado de las poses heredadas, encuentra en esta cesante agrupación un ejemplo de las contradicciones del movimiento: ¿demasido inclasificables para la inteligentzia rockera?, ¿demasiado "extravagantes" para la dureza del rock? 

   En síntesis: ¿suena raro pensar que estos pibes podrían haber escuchado a My Bloody Valentine y Kronos Quartet?: definitivamente no. ¿Podían estos pibes tocar un tema cómo "Conozca mejor" sin resignar un ápice la delicadeza de la canción, sin alterar el tono tenue y casi confidencial de los instrumentos y la voz?: definitivamente sí.

Diego: —Hace poco comencé también a musicalizar poemas ajenos, de amigos. Antes sólo había hecho una canción con un poema de Fernando Baldini, "Conozca mejor". En "El silbo del alba" se da el caso excepcional de "Era de esperarse", de la que mantuve algunos versos pertenecientes a Fernando y yo reescribí el resto. La labor de hacer canciones con poemas de otros es un desafío de interpretación que me permite trabajar con claridad y respeto a cada acentuación, a cada punto. 

  Diego Paietta es un orfebre de la palabra, algo que no debería pasarse por alto al momento de leer alguna letra de su autoría. No hay mayor misterio en ellas que el que las propias palabras irradian. El añade su técnica y estilo para transformar los versos en canciones e imprimir su inconfundible sello. Si con su "poemario" se toma ciertas libertades compositivas (según se deduce de la "cita" inicial de este apartado, outtake del cuestionario que ilustra la parte dos de este artículo), con sus amigos se da lo contrario. Ese desafío quizás le permita arribar a otras situaciones de creación, las cuáles serán un enigma en sus resultados hasta que tengamos alguna impresión a cargo del artista y él decida compartirla —como ya hizo con la mencionada "Conozca mejor" y "Era de esperarse"—. Pero Diego está acostumbrado a trabajar en conjunto, al menos en la parte instrumental: con Demian Basualdo y Brian Caballero en "El silbo del alba", con otros amigos —incluido Demian— en Molinete Lumpen. Los resultados están a la vista (y al oído) y despejan dudas sobre la puntillosidad del trabajo en grupo; puntillosidad que nada tiene que ver con una búsqueda efectista. 

..   

   "El silbo del alba" recupera un par de canciones de la banda Molinete Lumpen. A diferencia del sonido rock de Molinete, aquí se cuelan con mayor preponderancia timbres propios de la música de cámara. Se percibe un delicado equilibrio que por momentos queda suspendido al ser alterado por las pequeñas intervenciones de los músicos partícipes: con cada instrumento se permiten jugar y hacer a modo de solo (un modo fugaz, casi inexistente) alguna pirueta dentro o fuera de la composición principal, como perdiendo —o haciendo perder— el rumbo para que la música siga su curso. No hay rigidez en el desarrollo, sino más bien compases que sugieren o remarcan por donde debe transcurrir la pieza. No por ello se pierde la esencia de la canción. 

   Si un cantautor patenta parte de su alma en cada melodía,Diego Paietta, además, amplifica la poesía de los versos e intenta enmarcarla en un pentagrama. Lejos de domarla y transformarla en un estribillo, la deja librada al encuentro con los músicos. Es una suerte de médium entre dos planos, el literario y el musical. Sin embargo, Diego es impredecible. Cada acorde que sale de su guitarra, al igual que sus palabras, puede detenerse abruptamente y dejar asomar, aunque sea por un instante, al silencio; su representación, abismal e imposible, en algún punto fragua nuestra memoria. Por ejemplo: ¿cómo logra sostener junto a Demian Basualdo y Brian Caballero una suave pieza como "dlxxi" a partir de un par de notas solitarias que, en algún punto, reflejan el silbo del alba? ¿Sensibilidad heroica?

publicado originalmente en el blog de La Tocata: http://aquilatocata.blogspot.com.ar/2016/01/pequena-introduccion-diego-paietta-1-de.html